Con el chocolate lo que obtienes es un reblandecimiento de las grasas hasta que obtendrías lo que se considera chocolate fundido.
Si la temperatura es gradual y no sube la temperatura por encima de los 50 ºC, no hay cambio químico, pues a partir de los 50 ºC sí se empieza a quemar el chocolate y habría cambios en la estructura química de los componentes del chocolate. Por debajo de esa temperatura lo que se produce es un mero cambio físico (sólido-líquido).
El retorno a la temperatura de origen evidentemente va a conllevar un cambio de forma según el recipiente y demás, lo lógico que se espera de algo que reblandece o incluso funde y posteriormente vuelve a solidificar.
No obstante, en todo este proceso de cambios térmicos al volver a la temperatura inicial (una temperatura estándar de 20 ºC) aunque vuelva a solidificar no lo va a hacer de la misma manera de como se encontraba originalmente, es por lo que en chocolates que hemos tenido guardados en el armario durante tiempo observamos que la tableta de chocolate con leche está ligeramente blanquecina, más dura y quebradiza. Estructuralmente este chocolate es exactamente igual (a nivel químico), no así si atendemos a la estructura cristalina del chocolate, que se refiere a cómo está organizado espacialmente sus elementos de composición. Estas variantes cristalinas (igual que en el chocolate) es lo que tenemos entre el grafito/carbón y el diamante (ambos carbono elemental) o el fósforo rojo y blanco, azufre...
Este proceso de control térmico en la solidificación del chocolate es lo que trajo por el camino de la amargura a los maestros chocolateros en la época en la que se empezó a importar cacao a Europa.
Por eso la primera forma de c
onsumo del chocolate fue "a la española", que consistía en tomarlo a la taza y así fue hasta que un suizo llamado Lindt dio con los ciclos de temperatura necesarios para calentar y atemperar el chocolate y llegar a lo que se conoce como
chocolate extrafino y tener así
tabletas del mismo.
De esas seis formas cristalinas, la forma V es la buscada y deseada por todos los chocolateros, artesanos como el de la pastelería de nuestro barrio o industriales como las multinacionales que todos conocemos. Es la forma que proporciona al chocolate una fusión adecuada y una textura y un placer al paladar. Por ejemplo, es la que tiene una temperatura de fusión ligeramente inferior (32-33°C) a nuestra temperatura corporal (recordemos que es de 36-37°C). El proceso se denomina “temperado”. Consiste en calentar el chocolate como mínimo hasta unos 45°C para que funda, enfriar hasta 27°C, temperatura a la que cristalizará la forma inestable IV, calentar hasta los 32°C para conseguir que los cristales de la forma IV se transformen en la forma estable V, y finalmente enfriar a 20°C para que estos nuevos núcleos cristalinos induzcan la cristalización del líquido restante en forma V. Cada chocolatero introduce su saber hacer, pero básicamente este es el camino térmico a seguir.
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