Las teorías de la conspiración son muy peligrosas, según la prensa oficial

Revisando hoy mi colección particular de revistas añejas, me encuentro con un monográfico de mayo de 2016 del conocido semanario, clamorosamente oficialista, “Muy Interesante” (núm. 75), dedicado a las «sociedades secretas», por lo que he decidido escribir unas líneas. Claro, cuando uno tiene la oportunidad de toparse con una de estas revistas del sistema hablando de conspiraciones y sociedades secretas lo primero que se piensa es que se trata de una broma. Realmente, su línea argumental se centra en derivar el tema a pequeñeces, asuntos superfluos e intrascendentes, así como a acontecimientos históricos puntuales, pero inconexos, y recurrentes (Inquisición, III Reich, Klu Klux Klan, Skull & Bones, etc), para restarle hierro al asunto, y no abordar en profundidad el tema en cuestión, si es que no niegan incluso los fundamentales. Pues, al fin y al cabo, este tipo de revistas, semanarios y publicaciones de cualquier índole o temática pertenecen básicamente todos ellos a grandes conglomerados de capital judío e influencia masónica.

Precisamente, en este número al que hago referencia, participa como colaborador el periodista y escritor especializado en historia Fernando Cohnen -curioso apellido-, quien lleva treinta años desarrollando su actividad profesional en diversas revistas y medios de comunicación. Pues bien, en el referido monográfico dicho individuo viene a sostener que la difundida y peligrosa creencia en organizaciones en la sombra que dirigen el mundo y rigen entre bambalinas los destinos de la humanidad responde en muchas ocasiones al escepticismo y la desconfianza que la opinión pública manifiesta ante sus propios gobiernos. Un fenómeno que, según su criterio, favorece la aparición de movimientos «populistas de derecha». Pero también nos advierte que, en no pocas ocasiones, los defensores de las teorías de la conspiración sobre un «gobierno secreto», suelen ser personas de ideología ultraderechista, xenófoba y racista, que han encontrado en Internet y en las redes sociales una manera rápida y segura de expresarse y un canal de difusión de primer orden. Y nos previene a continuación de algo que, en su opinión, es lo realmente preocupante, puesto que dichas teorías conspiranoicas han servido «para estigmatizar a un colectivo determinado, acusándolo de todos los males habidos y por haber, tal y como hicieron los nazis con los judíos».

Por el contrario, el Sr. Cohnen, que pasa por «experto» en historia, se ve en la necesidad de crear un simulacro de pseudoexplicación, al sugerir una tesis sumamente grata y tranquilizadora con la que ganar el crédito y la confianza de sus lectores, pero necesaria para la desinformación. Escribe en la pág. 89, lo siguiente: «Todas estas teorías conspirativas sobre un gobierno secreto son atractivas porque ofrecen explicaciones muy simples de fenómenos muy complejos, y eso es una tentación y un alivio para quienes carecen de conocimientos que les permitan entender esa complejidad».

¡Fantástica exposición! La naturaleza y dimensión del presente post no me permite ni requiere dedicarle más espació a contradecir satisfactoriamente la majadería encerrada en la afirmación anterior, aunque los datos y hechos contrastados hasta ahora a lo largo de la abundante información disponible hasta el día de hoy podrán servir para despejar sucintamente el camino. Únicamente puntualizar que el periodista de marras, faltando grosera y talmúdicamente a la verdad, se basa en la perogrullada de la «complejidad» para construir su objetiva desinformación, que es la tónica general de toda la prensa planetaria judeo-liberal. Y la finalidad de la desinformación es muy sencilla: consistente en engañar a la opinión pública en los hechos fundamentales, precisamente cuando esta se supone mejor informada.

El periodista y divulgador histórico José Javier Esparza, vinculado a grupos de comunicación neoconservadores y situado ideológicamente en el espacio político de la denominada «derecha alternativa» (conocida eufemísticamente como «alt right»), es otro de los detractores de las teorías de la conspiración. Públicamente ha expresado su rechazo a las mismas, teniendo por el contrario la necesidad de echar igualmente mano al recurso de la «complejidad» a la hora de poder explicar de manera satisfactoria los funcionamientos de la mecánica del poder, en cualquiera de sus múltiples facetas. Y debe creerse que con ese calificativo ha cumplido su tarea informativa. Una margarita ―la «complejidad»— que desde hace tiempo tratan vanamente de deshojar afanosos los sesudos «expertos» en historia y las mentes más capacitadas del academicismo oficial, anclados como están en sus dogmas prefabricados hasta la esterilización por la desinformación judío-masónica, pues sorprende comprobar la coincidencia de ambos por imponer la misma visión superficial de los acontecimientos históricos.

Por cierto, Fernando Cohnen es hermano de la también periodista Mar Cohnen, directora de la infumable revista “XL Semanal”, dominical del grupo Vocento, cuyo espíritu judaizante queda patentizado en su línea editorial, absolutamente cosmopolita, en la que se aprecia un constante afán por orientar al lector hacia los antivalores mundialistas. En su número 1.504 (21/27 de agosto de 2016), por ejemplo, tras la clásica exhibición de frivolidades, nos deleita con el habitual reportaje antinazi, como «La cruzada de Efraim Zuroff. El último cazador de nazis». En el número correspondiente a la segunda semana de noviembre (2016) nos vuelve a sorprender con un nuevo y lacrimógeno documento: «Simon Gronowski. Yo me escapé del tren a Auschwitz». A finales de mayo de 2018 insisten con otro escalofriante reportaje con el que este papelucho judaico pretende intimidar y someter la conciencia del lector: «Auschwitz, las huellas del infierno nazi». Y así sucesivamente.

¿Qué étnia domina los medios de comunicación en occidente? Es lógico que al poder le incomoden las teorías de la conspiración. Pero, cuidado, que muchas las fabrican ellos directamente, como toda esa majadería quanonita y terraplanista, entre otras.