1.- El preludio.
Corría el verano de 2015, por ese entonces tenía 19 añitos. Nunca he sido un buen estudiante, soy bastante vago en las tareas que no me despierten un mínimo interés. Bien, hacía 4 años que había empezado una FP dual, consistente en Instalaciones Eléctricas y Automáticas / Mantenimiento Electromecánico, que llevaba bastante a trancas y barrancas. No obstante, durante ese curso conseguí que el tutor me consiguiera un puesto de prácticas en una empresa, y todo me fué de maravilla con ellos. Pues una tarde, estaba yo cortando perfiles para hacer un cerramiento para un robot cuando vino el mecánico jefe y me dijo unas palabras que jamás olvidaré: "Sube al vestuario, vístete y véte, te están esperando fuera. Tu padre está enfermo."
Soy un chaval justo por encima de la línea que separa a la gente rarita de la gente con Asperger, pero eso no significa que no tenga un mínimo de sentido de la empatía. Al ver su cara y oír la voz rota, no me llevó más de 5 minutos hacerme a la idea de lo que había pasado. Al llegar a casa, el salón estaba lleno de gente, y mi tía me dijo que fuera a la cocina. Dentro estaba mi madre, y tras cerrar la puerta me informó de la situación: Mi padre tuvo una muerte súbita en el trabajo. Estaba en la excavadora, le vino un mareo y al bajar a descansar se desplomó. En ese momento de mi vida no estaba muy entrenado emocionalmente, justo estaba empezando a abrirme al mundo, ya que siempre fuí el rarito que se quedaba en la esquina del patio del colegio/instituto con sus cosas de autista. Pues bien, en ese momento no asimilé de forma "normal" esas emociones. Mi relación con mi padre nunca fué muy buena, últimamente le tenía cierto asco porque cada vez me hastiaba más para que me pusiera las pilas con los estudios... Y por ello, por cruel e insensible que pueda sonar, no me dió ni la más mínima pena su muerte. Es más, lo único que me dolió un poco (realmente poco) fué ver a mi abuela totalmente decaída, enterró marido y ahora era el turno de su primogénito.
2.- El principio de todo.
Después de eso, todo cambió en casa de forma completamente repentina. Mi madre (nunca ha estado muy fina de la cabeza, tuvo una infancia de mierda y eso deja huella) luchaba con el seguro para poder cobrar una pensión, al menos hasta encontrar trabajo, y mi hermana estaba hundida. Por contraparte, yo seguía con mi vida de forma normal, haciendo mis cosas en el ordenador (como dato curioso, en junio de ese año me registré en este foro, y por esta época fué cuando empecé a ser parte activa del mismo y descubrí Telegram) en lugar de estudiar y sacar provecho a todo el dinero que mi padre invirtió en mis estudios para que tuviera la oportunidad de ser algo en la vida. A todo eso llegó el invierno, se acercaba el fin del primer trimestre y cada día que pasaba mi madre se ponía más dura conmigo, hasta que un día pronunció las palabras que propiciarían el mayor cambio que he tenido en mi vida: "Como este trimestre suspendas UNA SOLA asignatura, te vas a la puta calle". Faltaba menos de una semana para que nos dieran las notas, y mi mente lógica de puto autista sabía que me iba de patitas en la calle con toda seguridad, así que el día anterior a la recogida de notas, después de una FUERTÍSIMA discusión con mi madre, llené un par de bolsas grandes de plástico con lo más necesario y me fuí de casa sin decir nada.
Cogí el tren hacia el pueblo "central" de mi comarca, como el que emigra del pueblo a la ciudad, en busca de algún puente, agujero u otro sitio donde dormir, pero un amigo (de los pocos que he tenido nunca) me ofreció su casa para dormir la primera noche. A la mañana siguiente fuí a clase, recogí las notas y, tal como intuía, suspendí 3 asignaturas de 7 u 8 que eran. Por la tarde, mientras volvía al pueblo, me llamó mi abuelo ofreciéndome techo, y sin saber muy bien qué hacer con 250€ al mes de pensión de orfandad (la mitad, la otra mitad se la quedaba mi madre para cubrir mi manutención) accedí.
Haciendo un pequeño retroceso en el tiempo, en noviembre algo empezó a cambiar en mi. El hecho de empezar a relacionarme con extraños por internet me empezó a causar una cierta sensación desconocida para mí. Supongo que con la mezcla del pavo inherente a los 20 años y mi tendencia solitaria, se empezó a gestar un enorme vacío emocional en mi interior, tintado de necesidades sentimentales por la ebullición hormonal del final de la adolescencia. Durante 3 meses no era más que una pequeña molestia cuando no tenía la mente ocupada con nada, pero en febrero de 2016, después de dos meses de haberme fugado de casa y empezar mi definitiva eclosión hacia el mundo exterior, esa pequeña molestia emocional ya se había definido a si misma como una bola de necesidad sentimental, hambrienta de afecto. Todo ese desorden emocional definió desde ese punto una gran parte del periodo de tiempo desde aquí hasta el momento en el que estoy aporrenado las teclas para contarle mi vida a desconocidos de internet a quienes le importo más bien poco, aunque resumiendo el resto de 2016, se podría destacar esto: Por un lado, en la maravillosa semana santa de 2016 se alinearon los astros y perdí la virginidad. Aunque fuera algo bueno, metí la pata de una forma completa y totalmente ridícula, que aunque tampoco fuera una catástrofe, personalmente me afectó mucho por el potencial daño que le podría haber provocado a esa persona. Más tarde, en agosto de 2016, tras haberme sacado el título de Mantenimiento Electromecánico (1/2 en 5 años, casi que me hubiera cundido más una carrera) me llamaron de la empresa en la que hice las prácticas para ofrecerme un puesto de operario de mantenimiento de moldes.
Acepté sin pensarlo, no podía creer que con mis 20 años tuviera mi título y un trabajo de algo que me gustara (siempre me ha gustado desmontar cosas, y el trabajo de mecánico es básicamente eso), así que empecé a trabajar. Me hubiera gustado que me ponieran en mantenimiento general, con la buena gente con la que hice las prácticas, pero en cambio aterricé en el taller de la otra nave. Al principio el trato era cordial, pero supongo que nunca encajé con esa gente. Todo era diferente, antes me dedicaba a arreglar molinos de polímeros y cortar perfilería, me decían "haz esto", me daban unos planos muy detallados con la lista de las piezas que tenía que cortar y lo hacía. En este taller nadie me decía nada, entraba un molde para arreglar, me explicaban lo que había que sacar y si había alguna parte muy delicada e ya. El nivel de exigencia era mucho más alto, y con el transcurso de las semanas me di cuenta de que no estaba a la altura. Por otro lado, los compañeros de trabajo no tardaron en darse cuenta de que era el rarito de la empresa, y sumado a que no rendía demasiado, empecé a caerles peor (que no mal, menos al viejo y amargado fresador. Espero que te mueras pronto, hijo de la gran puta). Cada vez estaba más deprimido, y eso influía en mi trabajo. A los 2 meses y medio pasó lo impasable: Estaba haciendo unas ranuras con la herramienta rotativa (aka. Dremmel) cuando de repente me saltó una minúscula esquirla de metal en el ojo, colándose por debajo de las gafas de protección. Intentaron sacármela con un imán, pero no hubo manera, y el encargado llamó arriba para notificarlo como accidente laboral. Me llevó un taxi al oftalmólogo, me dió los papeles y toda la pesca, y a los pocos días vino un tipo raro (supongo que del seguro) a hacerme preguntas. Le fuí completamente honesto, no llevaba las gafas completamente ajustadas, pero es que era imposible porque al bajar la cabeza se separaban un centímetro de la cara. Total, que a la semana siguiente me vino la de recursos humanos a decirme que se me acababa el contrato.
Después de esto, empecé la etapa de declive. El declive fué tal que directamente me acuerdo poco del año siguiente, pero esto ya va en el siguiente capítulo.
3.- El declive.
Otoño/invierno de 2016. Mi abuelo cada vez estaba más cansado de mí. Desde que perdí el trabajo, caí en una espiral de NiNismo, depresión y fiesta jueves, viernes y sábado. Sonará exagerado, pero es verídico: Llegué a dejarme 400€ en un mes sólo con los cubatas. Vivía por y para la fiesta. Empecé a hacer colegas, muchos colegas, decenas de ellos. Todo falso, asqueroso, pero me mantenía distraído, y eso me hacía feliz, pero no podía negar la deteriorada situación con mi pobre abuelo.
En los meses siguientes, mi relación con mi abuelo acabó siendo la misma que con mi madre, hasta que, manteniendo las costumbres, en verano de 2017 me marqué otro escape, esta vez donde estoy viviendo actualmente. Un colega me ofreció una habitación por 200€ al mes (y pagar el internet, otros 40€) con comida y todo incluido. Acepté y me mudé sin decirle nada a mi abuelo, porque soy un cobarde y nunca supe cómo atacar el tema. En esta etapa fué cuando hice todo lo que no pude en casa de mi abuelo: Empecé a consumir alcohol a diario, pero lo mantuve más o menos moderado. También me apunté a la autoescuela para sacarme el carnet. Ese mismo invierno me ofrecieron la oportunidad de llevar un negocio en mi pueblo: Se trataba de una pequeña discoteca. Después de darle muchas vueltas, me busqué socios y cogimos el negocio. La intención inicial era hacer una pequeña sociedad y llevarlo todo nosotros, pero el tiempo se nos echó encima y nos precipitamos. Eran tan grandes mis ganas de sentirme realizado que cometí el garrafal error de ponerlo todo a mi nombre. En resumidas cuentas, el dueño del negocio se entrometió demasiado, asustó a los otros socios y me quedé solo ante el peligro. El local no funcionab por la mala fama del dueño y los gastos me dejaron sin ahorros en un mes y medio, los 10.000,00€ que mi padre me legó a base de deslomarse en el trabajo acabaron en casi 6.000,00€ de deuda con la seguridad social y los proveedores, deuda que arrastro en mi conciencia como una enorme cadena atada a una enorme bola de plomo. Ese negocio me hundió como persona, y mi alcoholismo empeoró brutalmente. Sólo estaba sobrio al levantarme resacoso, y así pasé hasta ese mismo verano.
4.- Una cucharada de azúcar, otra de ricino.
Desde el chasco del negocio, empecé a acumular basura en mi habitación. No tenía ganas de poner orden, sólo pensaba en gastarme lo poco que me quedó de ahorros en cerveza, y en entrar al foro a hacer mi papel de bufón para que la gente se riera de mí. Al menos hacía algo para la sociedad, si alguien se reía de mí ya estaba satisfecho. pasó la primavera y llegó julio de 2018. Un colega me consiguió un trabajo de jardinero, y le puse verdadero empeño, pero para ese entonces yo ya estaba muy hastiado y quemado de todo. Me esforzaba como podía, pero nuevamente no daba la talla. El encargado, el hijo del jefe, un auténtico hijo de perra, en lugar de ayudarme a mejorar me reprochaba todo lo que hacía mal, y nuevamente me volví a sentir como un trozo de carne inútil. El jefe, por otro lado, es de las mejores personas que he tenido el placer de conocer. Se ofreció a pagarme de su bolsillo la deuda con la seguridad social (unos 800€ de los 6000 totales), a lo que me negué por principios, pero acordamos destinar una pequeña parte de mi sueldo a ir pagando poco a poco la misma. A todo eso, llegó el invierno, el jefe nos dió vacaciones y después de 5 meses y medio de hastío por parte del encargado y ser consciente de mi inutilidad, volví a los pensamientos suicidas (todos os acordaréis de esto).
Pasé el enero a trancas y barrancas, a mediados de mes me llamó el jefe para decirme que empezaría otra vez a principios de febrero, y eso me alivió, porque empezaba a estar mal de dinero. Fatídico destino, el jefe me llamó en febrero para decirme que, tras hablar con su hijo (valiente hijo de perra, te odio y siempre te odiaré hasta el día de mi muerte) decidieron no volver a cogerme este año. Ahí perdí toda esperanza, me quedé sin un puto duro y sin poder pagar las facturas del mes...
Y finalmente llegamos a hoy, 2 de marzo de 2019, día en el que me he decidido a vomitar toda basura que llevo dentro, porque es de lo único que estoy compuesto. Soy una persona que no vale nada, no aporto nada al mundo y soy un completo inútil, así que respondiendo definitivamente a @
Powerlifter, eso es lo que me ha llevado a ser la mierda que soy: Una nefasta gestión de mi vida adulta.