Cada vez los tochos son más grandes hijo de la grandísima puta
un burro que se hace buho para luego ser lobo y, finalmente, hombre. Ese es el periplo, la metamorfosis por especímenes animales. Un vigor para un buhonero-chatarrero, una inteligencia para un sistémico y, finalmente, una fuerza para un ladrón-conquistador con, por supuesto, un remate malo para redimir a los hombres... El hombre transformado en Dios por Filosofía, ni nuestros enemigos ni nuestras amadas imaginan el inmenso poder que la palabra contiene. Pero el hombre ha de morir en alguna historia o en el intento de alguna historia. Para que así conste que humano fué. De lo contrario sería tan poderoso pero tan impersonal como una tormenta o un huracán. A los que bautizamos como a personas para que nos parezcan algo a considerar, aunque ya lo sean.
El burrito sólo atrae las caricias condescendientes de las niñas, los toqueteos impúdicos de las locas, la sobrecarga de una rutina que sólo salva en la medida que te evita pensar. Porque el buho ya se agita en las ramas y no desciende sobre la rata porque no está seguro de sí mismo. El lobo quiere que el pajarraco descienda y se mate contra las ramas. El lobo atrapará la rata porque no tiene contemplaciones sobre lo que va a morder. Le da exactamente igual su pelaje. El lobo mira a la Luna y la Luna le enseña que todo está bajo un mismo brillo. No hay diferencias como las que entiende y soporta el cuadrúpedo lanudo.
Toda naturaleza es trina y ha de desenvolverse desde el punto más fuerte hasta el más débil. Porque la fuerza es sólo la capacidad de estar bien en unas cimas. Pero no el llegar a ellas. Por eso el hombre siempre piensa, quiere, se transforma o lo intenta, pierde o gana alguna leyenda para recordar, muere en el sitio de alguna intentona y se pudre en último término abonando el terreno para otro especímen.
Última edición por cypo; 29/11/2019 a las 19:21
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dar cera, pulir cera