Dulcineas

Existe una mujer fuerte que se esfuerza en no serlo. En un canon que perpetúa el favor hacia la debilidad, la chica de cierta delgadez se vé obligada a ser " suavona" " lacia" para compensar su falta de almohadones corporales, airbags para la ira de algún cabrito. Esa mujer delgada y además nada suave, que tampoco podría ser una " lacia" se hace lacia mentalmente para encajar en la gloria del modelo clásico del canon, de alguna manera.

Vemos así como los tópicos del clasicismo se perpetúan durante inacabables siglos intentando encontrar nuevas formulaciones para siempre los mismos resultados.

Y cuando la Dulcinea encuentra a algún quijano luchando por caballerías grotescas por puro mundanas, se hace tan fervorosa de su caballero que, en realidad, nada de another baby. Sino el mismo para vivir con el mismo cuento de por vida.

Algunas adictas al maltrato son de tan rancio abolengo como los vinos que se empapan. El estatus las lleva a no querer dar una imagen diferente a lo que se espera. Hasta las vejaciones que denuncian son siempre los mismos modelos clásicos de juzgados de guardia. Por mucho que se disfracen sus monstruos, nunca van a tener una originalidad real.

Existe un universo crapular de capa, espada y antifaz, con sorbos de martini y aperitivos de brunch. En el se encuentran las desgraciadas de una ensoñación, con oníricas alucinógenas pero no alucinantes, que toman como barrera absoluta sus " menos-pausas" en lo tocante a plantearse iniciativas novedosas. Pero que se calzan los disfraces de la modernidad para postularse, hasta el infinito, en las ferias de vanidad, como vestales con premio Darwin.

Porque existe un Modelo Natural de la Vulgaridad. Que llena como ese jamón de mono que son los cacahuetes y que cualquier Torrebruno admitiría como verdad suprema del bienestar.

Así pues, postulo, que existe una mujer que de ideal tiene lo que de fácilmente idealizable por una mayoría. Pesada carga.