Cuándo Nietzsche dijo que habíamos matado a Dios no lo dijo contento. Lo dijo apenado y desesperanzado, porque temía que nos convirtieramos en el "último hombre". Un ser que a diferencia del "superhombre" no reemplaza la idea de lo divino con un propósito en su vida y un sistema de valores propio sino que la entrega al hedonismo puro y duro. Desgraciadamente, a esto hemos llegado hoy en día. Viviremos tiempos interasantes sin duda.