La chamán del autobús (versión loquendo)

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El autobús del Suovenir iba lleno, era el típico bus que te coge en la puerta de la disco para llevarte al after del extrarradio, y como solía ser habitual, sus habitantes eran de lo más variopintos y pintorescos. Maris treintañeros musculados con cara de pasmados por las pastillas, gays-ardilla de esos que no paran quietos y andan siempre cachondos y cotorreando, chicas en su treintena que no se han sabido retirar del ambiente nocturno a tiempo y se han visto arrinconadas a las discotecas con peor fama y más liberales. Todos viajábamos alegres y contentos en hermandad hacia el after mientras disfrutábamos de los primeros rayos de la mañana.

En el bus siempre había un tipo al que llamábamos "la monitora" que se encargaba de velar por el buen funcionamiento del viaje y de mediar en el comportamiento de la gente. Era un tío de unos veinticinco años con una paciencia de santo, cada dos por tres surgía algún problema del tipo humano y los resolvía con una comprensión y paciencia infinitas. No le gustaba que la llamásemo monitora; siempre decía: " no soy la monitora, ¡soy el encargado del autobús!". También tenía su frase coletilla que repetía siempre un momento antes de arrancar: "prohibido fumar, prohibido, beber, prohibido follar y prohibido drogarse ... hasta que lleguemos" y seguidamente el bus en pleno aplaudía.

En los primeros asientos considerados VIPS viajaban un par de drags que después de cerrar la disco empalmaban para trabajar también en el after. Ese día se unió también una mujer trans imponente que por lo que vi muchos conocían aunque yo nunca la había visto.

No había precedentes de lo que iba a suceder pues en mitad de la autovía nada más abandonar la ciudad un poli hizo señas para detener el bus para disponerse a registrar. El pánico se desató, quien más quien menos llevaba un par de pastillas o alguna que otra papelina a medio consumir y debido al estado ya de por sí alterado de casi todos una ola de histeria colectiva inundó el bus. Fue dantesco, mientras el bus aparcaba se podía ver a gente intentando consumir lo que le quedaba antes de que se lo pillaran. Recuerdo vivamente a una tipa de unos treinta años con una expresión desencajada pegando arcadas porque tenía la boca demasiado seca como para tragarse las dos o tres pastillas que traía. Se las esupió en la mano y grito desesperada: "¿Alguien tiene agua? ¡LO DIGO EN SERIO! Recuerdo también a un tipo de mi fila de asientos que se bajó los pantalones sin pudor alguno mostrándolo todo y se metió una bolsita en el culo mientras ponía una cara de dolor intenso.

Yo y mi colega no llevabamos nada, siempre he sido del parecer de que las drogas te las compras en el sitio y punto, no me hizo nunca gracia ir paseando con esa mierda en los bolsillos. Nuestro punto de vista como espectadores de tal esperpéntico show y nuestro estado alterado hizo que casi muriéramos de un ataque de risa. No sé si en mi vida me he reído tanto como cuando la tipa colgada gritó:"¿Alquien tiene agua? ¡LO DIGO EN SERIO!" Mucha gente optaba por símplemente tirar lo que no podía consumir al suelo del bus y listos, era una verdadera pena.

En estos ambientes liberales tenemos a nuestros propios chamanes; las trans. Son las sabedoras, las relaciones públicas, las que siempre tienen una palabra amable y las que siempre saben como hay que proceder. En el bus traíamos a una y cuando el caos se desató su comportamiento no solo no decepcionó si no que nos dejó a todos deslumbrados y alucinados. La señora, con sus dos metros, su maquillaje, su melena y sus tetas reventonas se levantó del asiento que ocupaba en la primera fila y a voz en grito pero sin nerviosismo dijo:

- ¿A ver, calmaos joder. El que tenga algo que me lo tire en el bolso que a mí no me van a cachear!

Usó un tono de maestra de escuela y juraría incluso que dio unas palmadas para que la gente le prestara atención. Abrió su bolso y un seguido de bolsitas cayeron dentro. Fue raudo, pim pam y bolso cerrado. La monitora la miró con cara de susto y le dijo: "¿Estás segura, cari? Que te la buscas bien gorda" ella pegó un melenazo divino y respondió: "Si a mí no me cachean, ya verás".

Bajamos del bus y la poli cacheó a unos cuantos al azar. Cuando la imponente mujer trans apareció por la puerta del bus todos se giraron a mirarla, caminó segura, pasó por delante de todos los polis saludando con un "buenos días agente" con una voz forzádamente gutural y se quedó plantada allí hasta que nos dejaron volver a subir. Absolutamente nadie se atrevió a dirigirle la palabra y mucho menos pedire que abriera el bolso para registrarla. Extraño, pues de todos los que allí estábamos ella era de lejos las más llamativa y sospechosa.

El control concluyó y seguimos nuestro viaje alegremente pasado el susto. Nuestra chamán una vez dejado atrás el control fue sacando del bolso una por una todas las bolsitas y preguntando de quien eran. Nadie oso tampoco intentar mentir para quedarse con nada, todos colaboraron con ella y toda la droga fue devuelta a sus dueños.

Y qué asco el mariposón ese.