La llegada de los inmigrantes

De pie en la entrada
Extranjero y extraño,
He viajado
Desde el mar hasta el desierto,
El canto ha cruzado ríos,
La lengua está embotada,
El rapsoda ha viajado sin su voz.
Aquí estoy, pues,
En una tierra extraña,
Entre un pueblo extraño,
Gallo solitario en la paradera.
De pie en la entrada,
Frío y solo,
Con tierra de mi pueblo
En un amuleto de piel
Con fotos y un mechón
De la mujer que amaba.
Un cobarde ha abandonado su casa
Y la batalla.
Aquí, en esta guarida,
Lejos del calor,
Los llantos de los niños
Y el dolor de las viudas,
Del balido de las ovejas
Y el chirrido de los grillos,
A salvo de los lobos
Y el perro de caza.
Lejos de mi madre.
Lejos incluso
De sus bulliciosas calles,
De whisky y el hielo
Y el sudor de los cuerpos
Las blasfemias de las putas
Y el himno del hachís.
Aquí donde el frío me congela la
Sangre de los ojos.
Las miradas me marcan la frente como
Un hierro candente.
Aquí, frío y solo.
Calado hasta los huesos,
Con mi rabia y mi vergüenza,
Sólo me queda el recuerdo
Para abrigarme.

Es floodear sin descanso
tu cruel destino,
o postear triste y manso
por el camino
Baneado
ya de vivir
lucho abnegado
contra ilitri.

Canta reportado
mísero y martirizado
que tu ideal quizás
un día triunfará
dando a los hombres
amor y libertad.