Las picotas o rollos son columnas de piedra más o menos ornamentadas, sobre las que se exponía a los reos y las cabezas o cuerpos de los ajusticiados por la autoridad civil. Normalmente rematada por una cruz o una bola representaban la categoría administrativa del lugar, levantándose sólo en los villazgos que tenían plena jurisdicción, indicando el régimen al que estaba sometido: señorío real, concejil, eclesiástico o monástico.
Los hay en aquellos pueblos que tenían alcalde y, por lo tanto, jurisdicción para juzgar y condenar a muerte. Servía además para castigar y pagar las penas menores de los delincuentes comunes, que tras ser azotados, eran expuestos a pública vergüenza.
Plaza de la catedral, Oporto.
La mayoría de las picotas fueron construidas durante los siglos XVI y XVII, debido a las exenciones otorgadas a los lugares que hicieron aportaciones económicas a la Corona para sufragar los cuantiosos gastos de la guerra.
Un decreto de las Cortes de Cádiz, de 26 de mayo de 1813, ordenó
la demolición de todos los signos de vasallaje que hubiera en sus entradas, casas particulares, o cualesquiera otros sitios, puesto que los pueblos de la Nación Española no reconocen ni reconocerán jamás otro señorío que el de la Nación misma, y que su noble orgullo sufriría por tener a la vista un recuerdo continuo de humillación.
Cáceres es una de las provincias de España donde se han conservado más rollos jurisdiccionales gracias a la desobediencia de sus pueblos a la orden dada, que instaba a derribarlos cuando se abolieron los señoríos jurisdiccionales.
Peñaranda del Duero, Burgos.
La picota, de origen prerromano, existía por toda Europa y, de España, pasó a América. Durante la conquista de América, el primer acto de fundación de una ciudad consistía en el levantamiento y plantación del rollo, como símbolo de jurisdicción real y como signo de amenaza coercitiva.
Por contra, el rollo es mucho más moderno y genuínamente castellano. Los rollos compartían con las picotas las funciones de ajusticiamientos; por eso, sólo existen en aquellos pueblos que tenían jurisdicción para juzgar y condenar a muerte.
Villalón de Campos, Valladolid.
Aparte de la acción física de empicotar (poner una cabeza en la picota como escarmiento), la frase «poner en la picota» se usa normalmente en el sentido de «hacer evidentes los defectos de alguien», o «poner en evidencia a una persona delante de los demás», aunque hay autores para los que esta frase habría perdido su connotación negativa y significaría actualmente «ensalzar a alguien hasta lo más alto»
Caracena, Soria.
"Beba la picota de lo puro, que el tabernero medirá seguro"