mi corazón se abre con sangre

uno no debe de evitar la violencia sobre el Mundo para abrirse paso. Siempre que se haga con la perspectiva adecuada y con el estandarte más alto. La injusticia es la norma desde que explotó la bomba hadrónica que debía de repetir el mismo drama ante la evidencia de que la muerte térmica prometía el mayor de todos: la ausencia de alguno siquiera.

con inteligencia anónima y con miras altas puestas, la estupidez densa de la Realidad se empieza a agitar y separar hacia los lados haciendo camino de modo conveniente desde la herramienta simple más básica que existe: la destrucción del otro.

cuando la mente ha volado lo bastante alta pide un descanso en la declaración de enemigos, la codicia de territorios para el placer y el intento de ocuparlos mediante la destrucción de los primeros. No es una limitación de la mente, es la imposibilidad de que las ideas manejen directas sobre el escenario sin tocarlo, plegarlo, organizarlo y, eventualmente, romperlo.

pasar por la configuración de las realidades particulares sin destruirlas, al menos parcialmente, es mala cosa. Soliviantar deja huella. Y el rechazo de la configuración a ser modificada es tan sólo el dulce momento previo al quejido hermoso de dolor que anuncia nuestro poder sobre el Mundo quebrado en nuestros oídos.

el buen demiurgo destruye el entorno alrededor de la presa para que ésta sólo pueda tener apoyo en el cazador. Sólo cuando caiga podrá éste investirse de humanidad y despreciar toda su maldad con tanto asco como determinación anterior tuvo.

no es el fracaso del alma sino la propia esencia limitadora de lo real. El alma puede tomar caminos de paciencia infinita o suicidarse contra las rocas pero nunca podrá tener un dulce presente al margen del miedo con el que la inteligencia paga su carnalidad y pertenencia a lo tangible.