
Iniciado por
cypo
Morcilla de hígado y latas de doble malta apoyado sobre un coche cascajo de empresa en crisis aparcado en las nocturnas horas en las que se me suponía debía estar descansando para encarar los malos tiempos. Toda mi comida para reponer fuerzas. No por que no tuviera para otra cosa, sino para sentirme salvaje. De hecho fué una compra cara. En los centros comerciales nocturnos puedes encontrar de todo. Incluso pantis talla grande. La dominatrix de mi vida me recibió sonriente aquella noche de verano. Yo era el tipo simpático cliente agradable bien vestido, aseado y de buenos modales. La otra opción era un alto cargo médico que la daba mejores créditos que yo. O te levantan las buenas chicas los malos chicos o las malas " los buenos". Yo ya no sería tan bueno cuando subí las escaleras interiores del prostíbulo llevando detrás a la susodicha en vez de al revés. " Por aquí, cariño", le dije invirtiendo los términos con jocosa aprobación de ella. Normalmente le miraba la cola pero ahora le miraba las palabras porque ya empezaba a sentir por ella.
" ¿ Cómo está hoy mi putita?", me preguntó mientras me daba una sonora, y dolorosa, cachetada en los glúteos. Por toda respuesta le enseñé los pantis XXL que había comprado. No para ella, o no del todo... Resulta jodidamente difícil meterse en uno de ellos. No sé como las tías lo hacen sin romperlos. Ella me dijo " mira, se hace así" muerta de la risa, momentos de complicidad, yo ya estaba erecto en todos los sentidos.
Me encantan las camas grandes de columnas de madera sosteniendo espejos para ver la jugada desde arriba. A ella le gusta las cosas sin tonterías. Las veces anteriores me habían faltado pelotas para la postura y el arma que ella deseaba para ajusticiarme. El dolor me había hecho suplicarle como una mariposóna. Eso la encantaba. Pero yo quería darle más. Ser su putito de veras. Aunque me doliera un huevo y parte del otro. Porque yo estaba ya pilladísimo por esa niña medio gitana medio mora con cuerpo de fitness y maneras de señorita neoyorquina.
" Tenemos mucho tiempo". Una frase como esa me habría puesto en alerta sobre el destino de los cuatrocientos euros si no fuera porque nunca me defraudaba. Tampoco hacía regalos. Salvo tarifas planas. Tanto das, tanto recibes. " Pasa y sueña, ahora soñaremos juntos" era su lema.
Los brazos delgados pero fibrados por las pesas, las arterias señaladas, el cabello rubio largo y fuerte como fuerte era la leona. " ¿ Quéé?" con una sonrisa al verme mirarla extasiado, detenido el tiempo en aquella mentira perfecta. " Has debido de ser muy guapa" le dije, " pero ya no..." como preguntándome, me respondió. Habituado a las carnes de veinte a mis cuarenta y pico, era la primera dómina casi en el siglo que se me cruzaba. Una cohetánea con la que hablar de temas fantásticos como lo asquerosa que nos parecía la semana santa sevillana o la razón de ser de que tipos como yo se pusieran a cuatro patas para tipas como ella. " Son las hormonas, creo" afirmó haciéndose la tonta.
Se sube encima y se suelta el pelo dejando caer lateralmente una cabellera como para volverse loco acariciándola. Yo estaba matando en mi cerebro al pepito grillo que corría asustado de un lado a otro del interior de mi cráneo para evitar que lo aplastase como la voluntad del que tiene la polla dura y ya no cree en Dios. Le veo el coño al aire entre sus muslos, subida sobre los míos y sé que puedo perdonarle incluso la vida al grillo. Porque mi consciencia ya no es mía sino de la amazona. Ahora sólo soy un burro. Su puto burro.
Comenta con cierta ironía que los pantis ya están rotos. Me hacía ilusión que los desgarrara con las manos como en la pelis. Pero ella va por otros guiones y me pide que me relaje y la deje hacer. " Es la hora de la verdad", me dice, ya me ha tenido como quince minutos de besos y mordiscos por mi cuello rozándome descarada con su coño. " ¿ Sientes mi pipa?" cuando me restriega el clítoris por la espalda. Jo... si la siento. Pega duro y sin contemplaciones. Me relajo mentalmente para que el dolor pase a ser placer. Al cielo por el infierno. En las dos o tres primeras hostias, nada finas y un tanto brutas, casi que me caigo al colchón pero retomo la postura a cuatro mientras ella afina los galletazos con la palma de la mano. Jadea, le está gustando. Le soy simpático. No me ama. Yo a ella sí. Es la ley de mi vida.
Veintidos centímetros de strapon a cuatro patas duelen lo suyo. Pero en mi mente se ha instalado una mentira perfecta: la amo, me entrego a ella, disfruto... ¿ qué importa el resto?. Notamos que la sangre resbala por mi muslo izquierdo. " ¿ Paro?" dice ella. " No, por favor, no lo hagas, sigue". A lo que añado un patético " te quiero". Ella sonríe " eso está bien" " yo te quiero, pero romper el culo" " te vas a cagar, sí. Pero de gusto"( ...)
Ya ha pasado la primera acometida, una tanda larga y el preseminal se me escapa justo cuando me ha desmontado para beberse una copa de champán. " La zorra está sedienta" me dice, y me pasa parte de la bebida de su boca a la mía. La zorra soy yo por lo visto. ¿ Cuatrocientos euros? como si hubiesen sido cuatrocientos millones... Locura es la que manda ahora sobre todas las cosas.
Precisaría de muchas líneas para contaros el caleidoscopio de sensaciones que uno experimenta cuando una pimienta cayena como ésta se deshace en tu boca. O tú en la suya más bién. Siempre he sido adicto a las mujeres pequeñas. Nunca he podido ser del todo grande para ellas. Tengo buenos recuerdos de aquella mentira bajo un cuadro de Lilith frente a una cabina hidromasaje, debajo de un espejo.
Mi vida es una composición de detalles sueltos, naturales pocos y artificiales, muchos, pero bien premeditados. Si formaran un traje de tejido natural, aún sencillo, abrigaría. No hay tal siquiera. Pero estoy acostumbrado al frío. Mientras busco retales para colocármelos encima, cambio verdades por placeres en espera de que alguna ecuación haga que mi hedonismo alcance, en algún punto de inflexión, su justificación como estrategia.
El agua fresca de los basureros a las cinco de la mañana limpia las calles mientras me encamino a por una morcilla y una cerveza meditando en como se siente el Dios Apolo. Ese que trae el Sol todas las mañanas. Cuando en realidad brilla de noche en mi mundo inverso.