No son demonios, ¡¡son MARCIANOS!!

De pronto, descubrí el cuerpo de un párroco entre las ruinas de un cementerio. No podía dejarlo a merced de la maleza roja y decidí enterrarlo como era debido.

- ¡Nathaniel! ¡Nathaniel!-Los ojos del párroco parpadearon. ¡Estaba vivo!-
- Nathaniel, he visto arder la iglesia. ¿Estás bien?
- ¡Si soy yo, Beth, tu mujer!
- ¡No! Eres uno de ellos, ¡un demonio!
- ¡Está delirando!
- ¡Mentiras! ¡He visto la señal del diablo!
- ¿Qué dices?
- El fulgor verde del cielo. ¡Sus demonios estaban aquí desde siempre, en nuestras almas y nuestros corazones, esperando la señal de él y ahora están destruyendo nuestro mundo!
- ¡Si no son demonios, son marcianos!
- Debemos irnos de aquí.
- ¡Mire, una casa todavía en pie, vamos, Nathaniel, deprisa!

Nos refugiamos en la casa, pero el humo negro se extendió y nos cercó. Una máquina de guerra cruzó el campo despidiendo chorros de vapor que convertían el humo en un polvo negro y denso.

- ¡Dios mío, ayúdanos!
- ¡La voz del Diablo se oye en nuestra tierra!

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