poeta enfermo

En mis tiempos colegiales, el cura que daba filosofía decía que Nietzsche era sólo un poeta enfermo. Se saltó todo el Siglo XX de los ateos para darnos escolástica por un tubo ya que " santo tomás o san agustín, la selectividad está en nuestras manos". La iglesia odiaba cualquier cosa en contra de la lógica clásica. El siglo pasado supuso la caída de la ciencia con el ascenso de la filosofía de la ciencia. Ya nada podía ser igual, taxativo y sin dudas. Salvo la nueva lógica " humanista científica" de considerar el aperturismo como base de un razonar correcto. La ramera se ha vendido muchas veces. Pero el césar tanto como el papa. Y las instituciones han tomado ese camino de hacer coincidir apertura con una supuesta mezcla cultural. Tal mezcla no existe. En la práctica es nuestra anulación.

Nietzsche fué el precursor de la individualidad. Vendría bien retomarle en éstos tiempos en los que la civilización institucionalizada ha dado paso a la instituciones ejerciendo tribalidad. Al igual que la mujer se convierte en tiburona de barro, las instituciones - amparadas en que nosotros nos llevamos las consecuencias de sus experimentos- apuestan por el binomio negro-gitano sobre el clásico de lo organizado social que descansaba en lo mediterráneo-sudamericano. Romanticismo económico del interés.

Nietzsche no era el racismo ario. Eso lo vendió su hermana creadora de una nueva alemania en sudamérica. Nietzsche era el predicador de un humano cuya expresión vital hiciera coincidir su yo con su yo interior. Frente a lo externo postulado por la parroquia, en nombre de la búsqueda de lo correcto. El poeta enfermo, en cambio, apostaba por el error ajeno sobre el posible acierto colectivo.

Las instituciones tienen motivos para amar a los primitivos. Ya que en el mundo primitivo se emplea el " amigo de todos, amigo de nadie". Esa filosofía de la superficialidad para la superviviencia darwiniana, disfrazada con el mismo cuento de siempre del Futuro y de la Nueva Era, se casa bien tanto con el capitalismo furibundo amarillo, como con los hipócritas y cínicos intereses de los étnicos recién llegados. El nuevo individualismo esconde el mismo aplastamiento de siempre. Ese que el poeta criticaba. Pero camuflado en el color inverso del que postulaba la hermana de Nietzsche. El supremacismo sigue existiendo. Ahora es el del más genérico, bendecido por su ausencia aparente de ideal transcendental-colectivo y otorgado de un nuevo romanticismo - declaradamente económico- pese a su negación.