¿ Qué hay más allá del Paraíso?

Decía Neil Gershenfeld, autor de un libro de divulgación tecnológica sobre " las cosas conteniendo inteligencia", que las personas estamos hechas de átomos y que vamos a seguir así en un futuro previsible. El futuro es un tema con el que se ha especulado desde el principio de los tiempos. La idea de que hay cosas pasadas que crean un efecto de permanencia o condicionamiento. Cosas presentes que no podemos atrapar al ser procesos dinámicos que hacen pasado en el mismo instante que surgen. Cosas futuras en las que depositamos nuestros anhelos, esperanzas y aspiraciones. Futuro es el nombre de un tipo de activo financiero. Futuro es lo que usan las publicidades bancarias con la gente joven. Esos mismos bancos que esclavizan a éstas. Que sólo se liberan mediante un pago constante que va en contra de la propia ilusión de la que se partía. Futuro es lo que venden las religiones que prometen una edad idílica en otro mundo. O los filósofos que sueñan con una en la misma Tierra que nos ocupa. Por la vía de una racionalidad o por la vía de una tecnología. Irreal, real, sostenible o no, el Futuro es la moneda con la que se trafica en nombre de esa capacidad proyectiva de la mente humana.

Estamos hechos de átomos y eso condiciona nuestras expectativas a la par que las permite. Y como la atomicidad tiene límites, a proyectar en el Futuro unimos un sublimar en el presente. Pero ¿ en nombre de qué?. Los que nos dicen en qué debemos basar nuestra espiritualidad corren como perras a gozar de cada átomo de espacio y tiempo que les es favorable.

Los vikingos creían en la libertad y en la lucha por tal. No pasaban normalmente de los veinte años y su vida era, como toda la de las personas de los viejos tiempos, precaria. ¿ Precaria realmente?. Precarios somos nosotros. No daríamos por válido aquel pensamiento vikingo que afirmaba que más vale un pájaro libre que un rey enjaulado porque hemos convertido la sublimación en un arte tan descompensado que, analizada con sentido crítico, no nos sirve ya realmente para nada. Lo que vivimos es una esclavitud sobre el presente con el apropiamiento total de nuestro futuro por instituciones que venden utopía pero esconden comensales sin escrúpulos.

Pero imaginemos no obstante... Pensemos que gracias a la tecnología hemos logrado a título individual una feliz emancipación de lo humano. Que el prójimo envejecerá y se pudrirá. Pero nosotros no. Y que los sistemas de control de las sociedades no pueden tener capacidad sobre nosotros. Eso es posible a nivel mental durante cierto tiempo mediante un esquizofrénico ejercicio de desentendimiento de la " realidad" colectiva. Y pongo realidad entre comillas por algo...

En el supuesto caso de que pudiéramos renovar nuestro soma tantas veces como nos apeteciera, contemplar millones de soles y lunas, prescindir de algo tan absurdo como ponerle nombres a los dias, tener que participar de las ideologías y creencias de un grupo ¿ cuáles serían nuestros apetitos como divinos comensales?. La renovación del soma tendría que ir acompañada necesariamente de una reformulación de la psique. Porque aunque la atomicidad sea un condicionante insuperable, también lo es la necesidad, en el " otro lado" de la presencia de un contemplador del actor. Y de un contemplador del contemplador. Ese contemplador no precisaría del beneplácito de nadie. Pero sus elaboraciones siempre tendrían base en los limitantes naturales del paraíso.

Aún en el caso de perfecto aislamiento del infierno NO HAY NADA MÁS ALLÁ DEL PARAÍSO. Lo que automáticamente invalida cualquier formulación verdaderamente sólida de éste. Pero por paradójica suerte, lo mismo que sucede con el infierno. No hay nada que temer porque precisamente no hay nada que esperar. Al igual que la piedra no teme su caída, el humane no ha de temer su destrucción más allá de un simple profilaxis diaria. Por la sencilla razón de que sólo se puede concluir que, dada esa barrera inmanente de atomicidad, en realidad, nosotros, nunca existimos.

La existencia era una leyenda. Un cuento de viejas, Como disponemos de todas las versiones, es fácil darse cuenta de que ninguna es real. O no más que cualquier otra. Son sólo publicidades para el beneficio de los unos respecto de los otros. Cinegética, nada más. Intentamos pegar bocado en una realidad incomestible. Incomestible por que formamos una parte tan intrínseca de ésta que cualquier diferenciación es tan sólo una ensoñación.