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Incógnito
Unamuno reprochó a la filosofía que intentase justificarlo todo racionalmente; y acusó a la religión de no otorgar a sus promesas suficiente verosimilitud racional. Como otros muchos pensadores, percibió que la filosofía y la religión acometen empresas similares, pues ambas reflexionan sobre la vida y la muerte, sobre el dolor y la felicidad, y sobre la esperanza y la acción del hombre en el mundo. Pretenden acceder a la misma cumbre recurriendo a diferentes lenguajes, y cabe destacar que la filosofía heredó de la religión grandes conceptos como "Dios", "alma", "destino" y "ley".
Conford insiste en la diversidad de sus lenguajes: "la religión se expresa a sí misma mediante símbolos poéticos; la filosofía prefiere el lenguaje de la abstracción y habla de sustancia, causa, materia y otros. Pero su diferencia exterior tan solo disfraza una afinidad interna y fundamental."
Durante la historia del pensamiento ha habido gran vivacidad de alternancia de poder entre filosofía y religión. Y, con frecuencia, deja caer la tesis de que la filosofía entra en crisis cuando deja de interesarse por la religión. El disfrute de poder fue rotativo, así la filosofía a veces se convirtió en una especie de auxiliar de la religión, representada por la teología, y cuya misión consistía en preparar el camino a la revelación sobrenatural. Otras veces, el péndulo osciló en sentido opuesto. En el idealismo alemán ocurrió que la filosofía era un saber superior con vocación de absorber todos los estadios previos, y la religión era uno de ellos.
La principal diferencia entre ambas es que la religión trabaja más con metáforas y representaciones de conceptos. Ésta expresa sus contenidos, según Hegel, "en el lenguaje de los mortales", y de ahí que sea accesible a todos. La filosofía, en cambio, es cuestión de minorías, pues exige un "esfuerzo conceptual" cuyo alcance es más dificultoso.
Mi punto de vista sobre toda esta amalgama de cuestiones es el siguiente:
La filosofía comienza y termina con el asombro; el primero acontece cuando uno cae en la cuenta de lo poco que sabe, el segundo cuando se hace consciente de que no importa lo que llegue a saber. Durante este camino el espíritu resuelve sus inquietudes más personales. A partir del segundo asombro uno entra en un estado de satisfacción intelectual perpetua, y entonces busca aquello que sí importa: la pasión con la que vive su vida y las virtudes espirituales. A partir de este punto es de suma importancia la fe, pues ella otorgará la pasión necesaria para "dejarte ser" por la voluntad superior de Dios. La filosofía es el soporte intelectual del espíritu y la religión es el soporte pasional, es la forma en la que llevas la vida adentro.