Mao: la historia desconocida.
PRIMERA PARTE
El creyente tibio
Mao Zedong (Mao Tse-tung), que durante décadas ejerció un poder absoluto sobre la cuarta parte de los habitantes de la Tierra, fue responsable de la muerte de más de setenta millones de personas en tiempo de paz. De ningún otro líder político del siglo XX puede decirse tanto. Mao nació el 26 de diciembre de 1893 en el seno de una familia de campesinos del valle de Shaoshan, provincia de Hunan, el corazón de China, un lugar en el que sus antepasados llevaban viviendo quinientos años.
[...]Mao fue el tercer hijo varón y el primero que sobrevivió a la infancia. Su madre, budista, se hizo más devota todavía para que Buda le protegiese. Mao recibió un nombre de pila compuesto: Zedong. Ze significa «que ha de brillar sobre» y era el nombre que, tal y como habían prescrito las crónicas del clan, escritas en el siglo XVIII, debían recibir todos los miembros de su generación. Dong quiere decir «el Oriente», así que el nombre completo era «el que ha de brillar sobre el Oriente». Luego, en 1896 y 1905, Mao tuvo dos hermanos. Los llamaron Zemin (min significa «el pueblo») y Zetan (es muy posible que tan aluda al nombre de la zona, Xiangtan).
Estos nombres reflejaban la inveterada aspiración de los campesinos chinos de que a sus hijos les fuera bien en la vida —y el deseo de que así sucediera—. Los cargos elevados estaban abiertos a todos a través de la educación, que desde hacía siglos se basaba en el estudio de los clásicos confucianos. La excelencia permitía a los jóvenes de cualquier condición que pasaran los exámenes de ingreso en la administración imperial y que se convirtieran en mandarines, primera etapa del camino hacia el empleo de primer ministro. Ser funcionario era la máxima expresión del éxito y los nombres de Mao y de sus hermanos expresan las esperanzas puestas en ellos.
Pero un nombre ambicioso era también una carga onerosa y, potencialmente, tentaba al destino, así que la mayoría de los niños recibía un apodo más bien tosco o humilde, o ambas cosas. A Mao le llamaban Shi san yazi, «Niño de piedra». Para este segundo bautismo, su madre lo subió a una roca de casi dos metros que, según se decía, tenía un manantial debajo y estaba encantada. Mao prestó juramento de obediencia y se postró: y fue adoptado por la roca. A Mao le encantaba su apodo y continuó empleándolo de adulto. En 1959, cuando regresó a Shaoshan y se reunió con los lugareños por primera —y única— vez en su condición de líder supremo de China, dio inicio a la cena que le habían preparado con la siguiente ocurrencia: «Ya veo, ha venido todo el mundo menos mi Madre Piedra. ¿La esperamos?»[...]
[...]Mao chocaba frecuentemente con sus tutores. Se escapó de su primer colegio a los diez años aduciendo que su profesor era un tirano. Fue expulsado —o «le pidieron que se marchara»— de al menos tres colegios por obstinado y desobediente. Su madre se mostraba indulgente con él, pero su padre no condescendía y el hecho de que Mao fuera de profesor en profesor constituyó una continua fuente de tensiones entre padre e hijo. Yichang pagó la educación de Mao con la esperanza de que, cuando menos, fuera capaz de llevar la contabilidad de la familia, pero a Mao le desagradaba la tarea. Toda su vida fue impreciso con las cifras y un desastre en asuntos económicos. Tampoco aceptaba de buen grado los trabajos físicos y los rehuyó en cuanto dejó atrás sus días de campesino.
Pero Yichang no podía soportar que Mao estuviera mano sobre mano. Tras pasar todos y cada uno de los minutos de sus horas de vigilia trabajando, esperaba que su hijo hiciera lo mismo y le pegaba cuando el chico no se plegaba. Por su parte, Mao odiaba a su padre. En 1968, después de poner en marcha la venganza a gran escala sobre sus adversarios políticos, dijo a los torturadores que trabajaban para él que le habría gustado que a su padre lo hubieran tratado con la misma brutalidad que ellos empleaban:
«Mi padre era malo. Si estuviera vivo, habría que hacerle el avión».
El avión era una postura atroz en la que se tiraba hacia atrás de los brazos de la víctima al tiempo que se empujaba su cabeza hacia abajo. Pero Mao no era una simple víctima de su padre. Se rebelaba contra él y, muchas veces, le vencía. Le decía que, al ser mayor, todo padre debía trabajar más que su hijo; claro que, de acuerdo con la educación tradicional china, este argumento era de una insolencia inconcebible. Cierto día, según Mao, padre e hijo se pelearon en presencia de unas visitas. «Mi padre me reprendió delante de ellos, me llamó vago e inútil. Yo me puse muy furioso, le insulté y me marché [...] Mi padre [...] me persiguió, maldiciéndome y ordenándome que volviera. Yo llegué al borde de una laguna y le amenacé con saltar si se acercaba [...] Mi padre se echó atrás». En cierta ocasión en que Mao contaba esta historia una vez más, se echó a reír y añadió la siguiente observación: «A los viejos como él no les gusta perder a sus hijos. Ésa es su debilidad. Yo ataqué su punto débil ¡y vencí!»[...]
[...]Mao no estuvo en la Colina Oriental más que unos cuantos meses, pero ese tiempo le bastó para vislumbrar un nuevo camino. En Changsha había un colegio que acogía sobre todo a los jóvenes del condado de Wen. Mao convenció a su profesor de que lo aceptase pese a que, estrictamente hablando, él no pertenecía a ese condado. En la primavera de 1911 llegó a Changsha. Según sus propias palabras, se sentía «extraordinariamente excitado ». Tenía diecisiete años y había dicho adiós para siempre a la vida campesina.
Más tarde, Mao afirmaría que cuando era niño y vivía en Shaoshan sentía una honda preocupación por los campesinos pobres. No existe ninguna prueba de ello. Decía que, mientras estaba en Shaoshan, se había visto muy influido por un tal Pang, un fabricante de ruedas de molino arrestado y decapitado tras liderar una revuelta de los campesinos locales, pero tras una búsqueda exhaustiva de este héroe, los historiadores del Partido no encontraron trazas de él.
Nada indica que las raíces campesinas de Mao despertaran en él inquietud social alguna y mucho menos que lo impulsara un profundo sentido de la justicia. En su diario, Yang Changji, uno de los profesores de Mao, escribió (en la entrada correspondiente al 5 de abril de 1915): «Mi alumno Mao Zedong ha dicho que [...] su clan [...] está integrado en su mayoría por campesinos y que para ellos es fácil ser ricos» [la cursiva es nuestra]. Mao no daba pruebas de sentir una particular simpatía por los campesinos.
A finales de 1925, con treinta y un años, y cinco después de haberse hecho comunista, Mao hacía muy escasas referencias a los campesinos en sus conversaciones y escritos conocidos. Abundaban en una carta de agosto de 1917, pero lejos de expresar simpatía, Mao afirmaba que la forma en que un comandante llamado Zeng Guofan había «liquidado» la mayor revuelta campesina de la historia de China, la Rebelión de Taiping (1850-1864), le había dejado «admirado». Dos años después, en julio de 1919, Mao redactó un trabajo donde relacionaba condición social y profesión.
En él debían aparecer por fuerza los campesinos, pero la enumeración de sus problemas era muy genérica y el tono inconfundiblemente neutro. Una notable ausencia de emoción caracteriza todas sus menciones de los campesinos, sobre todo cuando se las compara con la pasión con que habla de los estudiantes, cuya vida describía como «un mar de amargura». En una exhaustiva relación de temas de investigación —setenta y uno— que elaboró en el mes de septiembre de ese mismo año, sólo uno de ellos —el décimo— estaba dedicado a la mano de obra. De entre quince subtemas, sólo uno trataba sobre los campesinos y su título era el siguiente: «El problema de que los peones de granja intervengan en política». A partir de finales de los años veinte, una vez integrado en la órbita comunista, Mao empezó a emplear expresiones como «trabajadores y campesinos» y «proletariado», pero no eran más que frases hechas, parte de un vocabulario obligado.
Décadas después, Mao hablaría de cuán honda era su preocupación cuando era joven y vivía en Shaoshan por las personas que se morían de hambre. Pero no hay documento que ofrezca evidencia alguna de tal preocupación. En 1921, Mao se encontraba en Changsha durante la hambruna que azotó la zona. Un amigo escribió en su diario: «Hay muchos mendigos, debo de ver más de cien al día [...] La mayoría [...] parecen esqueletos envueltos en piel amarilla, es como si fueran a salir volando con la primera ráfaga de viento. He oído que muchos de los que han venido [...] para escapar del hambre de su región han muerto, que los que venían regalando tablas [para hacer ataúdes] ya no pueden permitírselo».
En los escritos de Mao de la época no hay mención de este hecho y ningún indicio de que prestase atención a este problema.[...]