Un mensaje publicado en Twitter el 30 de septiembre de este año (2021) por la gerente de la Sociedad Mixta de Turismo del Ayuntamiento de Ferrol, María Luisa López, en el que afirmaba que el asturiano es un idioma que «solo se escucha en aldeas» y que habla «gente mayor sin estudios» ha provocado una polémica en las redes sociales en la que ha entrado el presidente asturiano y político profesional, Adrián Barbón, que replicó al tuit demandando «respeto». En concreto, la responsable de la empresa municipal de turismo del consistorio ferrolano publicó el siguiente mensaje: «Soy asturiana y he vivido en Asturias hasta los 25. Nunca he hablado (ni entendido) el «bable» ni conozco a nadie que lo hable. Sólo se escucha en aldeas y, de siempre, lo habla gente mayor sin estudios. Lo de ahora es tema político para vivir del cuento y enriquecerse unos pocos».
Hay que reconocer que algo de razón lleva la chica. Personalmente conozco a un par de personas nacidas en esa comunidad y se quedan estupefactos cuando escuchan toda la polémica que desde hace años se viene generando en torno a este problema artificial. Porque el trasfondo de todo este asunto, es, efectivamente, político.
Por increíble que parezca, la misma operación de ingeniería social llevada a cabo en otras regiones españolas es la misma que se pretende importar a la españolísima Asturias, donde la Masonería, que domina todas sus instituciones y la mayor parte del arco autonómico parlamentario, lleva tiempo tratando de imponer la cooficialidad del Bable, Llingua o Asturiano con el objetivo de obligar a todos los asturianos a usar una «lengua» que no necesitan. Una lengua (o «dialecto») —que básicamente no es otra cosa que un español con ciertas terminaciones cambiadas o con algún giro propio de la zona― de uso minoritario y en completo desuso que ya no se utiliza para la comunicación diaria. Es por lo tanto una iniciativa completamente artificial, cara y demagógica que no responde a una demanda social real.
Nuevamente lo que se pretende es utilizar la lengua como elemento clave para dividir y fracturar la sociedad, en este caso la asturiana —donde la convivencia se ha mantenido siempre dentro de los límites de la «normalidad»―, a imitación de lo sucedido en otras comunidades cuyas catastróficas consecuencias son hoy en día bien visibles, pues ninguna experiencia autonómica ha sido positiva. Una sociedad donde no existe ni ha existido conflicto lingüístico alguno —a excepción del imaginado por una insignificante minoría enloquecida por sus delirios antiespañoles―, pues en Asturias ―la tierra de Pelayo y cuna de la Reconquista— todos se entienden perfectamente en español, algo que por lo visto parece no gustar a algunos.
Sin embargo, el problema ha cobrado en la actualidad un considerable repunte a raíz de la propuesta del Secretario General de los Socialistas Asturianos, Adrián Barbón ―un masón, hemos de entender—, afín a Pedro Sánchez ―obviamente de igual filiación esotérica—, pues pretende llevar la cooficialidad del asturiano (junto al español) en su programa electoral en las próximas elecciones regionales y que pretende hacer oficial antes del 2023. Naturalmente la noticia ha sido acogida con gran euforia y entusiasmo por la coalición de defensores de dicho dialecto, es decir, Podemos, IU y sorpresivamente, Foro Asturias (cuyo logo adopta la forma de un triángulo), la formación que llevó fugazmente a su líder, el pretendido masón Francisco Alvarez Cascos (ex ministro del PP), a la presidencia del Principado de Asturias.
Otro histórico defensor del Bable es la figura del conocido francmasón David M. Rivas Infante, que ha sido presidente de la logia «Luces Miles» o «Caballeros de la Luz» (la cual tras diversos problemas internos le sucederá la logia «Jovellanos») y miembro destacado de Endecha Astur, partido nacionalista de izquierdas que encabezó como candidato a la presidencia de Asturias en 1999, repitiendo en 2003. Anteriormente había participado en la fundación de Izquierda Unida con Gerardo Iglesias, Gaspar Llamazares, Ramón Tamames y Julio Anguita, muy posiblemente masones también.
Hoy en día, por desgracia, el Bable «oficial» ―ese «frankenstein lingüístico» creado en sus confortables despachos por la Academia de la Llingua—, no solo es ya una asignatura en todos los grados, sino que se promociona desde las administraciones públicas y se alienta su difusión en medios de comunicación, además de regarse convenientemente con abundantes subvenciones y fondos públicos, todo ello previsto en la ley de promoción y difusión de 1998. Es decir, una ley que asegura la enseñanza del Bable y su uso dentro del sistema educativo. Propuesta que comparte también el actual Consejero de Educación, Genaro Alonso, un cerrado defensor del Bable, quien recientemente apuntó que «lo que más le conviene a la Llingua es la oficialidad», a pesar de que la Administración regional destina incansables asignaciones económicas para su divulgación.
Lo que pretende realmente la Masonería judaizante con la imposición de la cooficialidad no es un mero capricho de la secta ―pues los partidarios de dicha propuesta se niegan a someterla a una consulta popular (ya que son conscientes del fracaso rotundo que cosecharía), como declaró el Concejal de Educación de IU en Mieres, Faustino Zapico—, sino que responde a una hábil estrategia política encaminada a sembrar la semilla de la división ―de la «batasunización»— en una sociedad como la asturiana ajena hasta el momento a todo este tipo de conflictos manufacturados que solo han generado odio, rencor y división en la sociedad española. No busque el lector motivaciones «identitarias» tras las reivindicaciones lingüísticas regionales —y vaya por delante que no tengo nada en particular contra las mismas― en nuestro país distintas del castellano por las que sospechosamente las izquierdas internacionalistas y globalistas han mostrado siempre un amor místico y reverencial. No las hay, ni las ha habido nunca. La única y verdadera finalidad —la real― de la «cooficialidad» ―así como de la llamada en otras taifas «normalización lingüística»—, es ir un paso más allá: se trata de imponer a los niños asturianos y a sus familias la obligatoriedad del estudio del Bable en las escuelas lo que inexorablemente conllevará el tener que estudiar fábulas sobre la opresión de sus antepasados por malvados hablantes de español después de «reescribir» la historia al más puro estilo orweliano.
De hecho, ya se han dado los primeros pasos en esta dirección pues en algunos institutos de Gijón, a los alumnos de 1º de la ESO de la asignatura de Cultura Asturiana se les ha obligado a leer Faer Asturies: la política llingüística y la construcción frustrada del nacionalismu asturianu (1974-1999), un ensayo escrito por el historiador californiano de marcada significación izquierdista Patrick W. Zimmerman ―¡un judío!―, que fue publicado hace algunos años por la editorial en asturiano Trabe. En dicha obra (que había sido su tesis doctoral en la Universidad Carnegie Mellon), su autor, «especializado» en lenguas minoritarias y en movimientos regionalistas, nacionalistas y separatistas durante la etapa postfranquista, pronto desvela su tesis, pues asegura que Asturias es una «nación diferente a España» y quien se atreva a negar lo contrario es «un españolista», es decir, un fascista.
Alertados por lo sucedido y ante el anuncio del secretario general de los socialistas asturianos de avanzar en la oficialidad del Bable, un grupo de ciudadanos conformó una plataforma denominada (@CooficialidadNO), para manifestar públicamente el sentir de la inmensa mayoría de la población asturiana en contra de la cooficialidad del Asturiano.
Al enemigo secular de España —Judaísmo y Masonería― no le bastó con la pérdida total de su Imperio, de su soberanía nacional a manos del capitalismo apátrida y transnacional, así como el sometimiento de su cultura y sus tradiciones a modas cosmopolitas y extranjerizantes; su fin es aniquilar completamente nuestra Patria como nación —por la que manifiesta un odio infinito― y erradicar sus características raciales con la finalidad de abocarnos definitivamente al proceso globalizador. Y nada mejor para lograrlo que los propios españoles mismos se destruyan entre ellos por disputas pueriles que no conducen a nada y malgasten sus esfuerzos, recursos y energías en objetivos equivocados. Tal es el fin asignado al «separatismo», a los «nacionalismos», a los conflictos «interétnicos» entre blancos. Este sabotaje permanente a nuestra soberanía y a nuestra unidad —político-racial― está fomentado y dirigido en nuestro territorio por la Masonería, obediente a los dictados de su mando internacional judío, que ha conspirado sutilmente, sabiamente, a través de la historia con todo tipo de procedimientos, para lograr el genocidio español. Esto es lo importante y decisivo del fenómeno «separatista», de los mal llamados «nacionalismos» —puesto que no son más que secesionismos globalistas―, amparados y protegidos legalmente por la masónica ―y judaica— Constitución del 78. Todo el resto es meramente accidental y circunstancial.
¡¡AMÉN!!