Un breve apunte: el monoteísmo, según Bertrand Russell, surge en la Historia como expresión de economía de esfuerzo frente al politeísmo agotador y multiorgásmico, de origen matriarcal y, a partir de cierto punto, incomprensible. Siguiendo esta premisa, es más previsible 1) encontrar satanistas criticables desde las fanáticas filas del extremo opuesto ("
lo cómodo") que 2) individuos lo suficientemente razonables desde el bando de "
los críticos basados en la perspectiva de lo correcto".
En otras palabras: a los anti-aborto les mueve ante todo la garantía de lo estable (que son premisas pocas y sencillas); a los pro-aborto, por su lado, la utopía (recalco, "
utopía") de lo feminista en un mundo con más variables de lo que cualquier fe (religión, ciencia, o inquietud) es capaz de admitirse a sí misma. Y Ud., lamento informarle, no es diferente, ni alguien exento de la fe o de los peligros del
aburrimiento: la prueba está en la fuerza de su discurso sobre un asunto tan visceral.
Y yo tampoco, por si las dudas. Pero vamos, que soy el primero en concederle a la mujer la voz cantante en estos menesteres, y el primero en callar si la cosa sale del terreno del argumento para meterse en el terreno del Chiringuito de Jugones -
salvo alguna escandalosa excepción, pero vamos que no es la norma-.
Y luego está ya lo indefendible: la falacia del
argumentum ad passiones en la España tercermundista del pucherazo y los supuestos derechos que luego se cisca todos en ellos con la misma pasión -origen del hilo, de lo que me he quejado en este mensaje, no sé si todo lo bien que me habría gustado o con los mejores términos, pero bueno-.