Eso ha enfurecido a algunos héroes populares del Trumpismo. El caso más obvio es el de Kraig Moss, que el año pasado vendió hasta los muebles de su casa para acompañar a Trump por sus mítines en EEUU. Con su guitarra acústica, su voz potente, y su gusto por el country -la música de la América rural que ha votado por el actual presidente-, se convirtió en el trovador de Trump.
Participó en 45 mítines para apoyar al candidato, porque éste había prometido acabar con la expansión de la heroína en las áreas rurales de EEUU. La misma heroína que hizo que el 6 de enero de 2014, al llegar a casa tras el trabajo, Moss se encontrara en el sótano a su hijo, Bob, de 24 años, muerto junto a una jeringuilla. En enero de 2016, en un mitin en Iowa, Trump se dirigió específicamente a Moss, y le dijo: "Lo mejor que podemos hacer para honrar la memoria de tu hijo es acabar con esto".
Ahora, en la abortada reforma sanitaria, Moss se encontró con que no sólo no se expandían las ayudas a los toxicómanos, sino que se eliminaban. Sin hijo, sin muebles, y sin esperanza, Moss se ha vuelto contra Trump.