Iniciado por
Diggernick
Calabozos invisibles, pozos de angustia, terribles, gozos al leer Jeremías 23, luz y alivio, se abrió el ataúd del hastío, Jesús abolió el imperio de Belcebú y su dominio.
La sombra invadía la habitación con ojos rojos de cobra relucía en el rincón. Ansia y perturbación sin la gracia ni la protección, no fantasía ni imaginación, no psicología ni religión. El mundo espiritual se manifiesta en lo material. Detesta el mal y lo inmundo y cierra el portal infernal. Dentro del lamento de la angustia el diseñador del firmamento alivia como agua a flor mustia, el espíritu contrito que eleva un grito de auxilio y apela al Cristo, la prueba más severa resucitó. Como Lázaro despertó de entre los muertos como el barco que encontró aforo en los mares más revueltos. Él habla al asceta de la pena, en la atmósfera la más fea se revela, te desesperas, ruega y Jah consuela.
El Señor vino por lo vil y menospreciado como pastor de un perdido del redil, dispersado, entre tanto dolor, llanto, desamor, desencanto, rencor, quebranto y pavor, el santo de lo alto es mi salvador. Inspiro, expiro, pecador arrepentido tira a hondo del río el amargor de lo corrompido, medita y toma una decisión, la maldita codicia marchita toda obra bonita de la Creación.
Desde que uno nace, Lucifer lo aborrece y mece la cuna, en el trance en que se madura la falta de fe es continua. Paraiso o infierno son las dos caras de la muere, compromiso interno, la salvación del alma no es cuestión de suerte.