Aquí el único estúpido eres tú, tratando de defender lo indefendible.
Yo no estoy a la altura de un torero, yo estoy inmensamente por encima de un torero. Yo puedo decir con mucho orgullo que jamás he torturado a un animal, ni he consentido que en mi presencia se le haga el más mínimo daño a un animal.
Un maldito torero no me llega ni a la suela de las sandalias, un asesino cobarde, un malnacido de mierda jamás podrá mirarme a los ojos, porque le falta la hombría y el valor para hacerlo.
Malditos sean mil millones de veces los toreros y todos los que los defienden. Ojalá se mueran del peor cáncer, lentamente, dolorosamente, y que vean morir a sus hijos y a sus familiar, que mueran entre horrorosos dolores, cobardemente, cómo solamente saben vivir, ojalá mueran solos, desechados por la sociedad, en mitad del barro, revueltos en su propia sangre y mierda, que se ahoguen en su sangre y mierda, que vomiten trozos de asaduras y se disuelvan por dentro.
Que se queden sordos, mudos, ciegos, y que vivan así muchos años, deseando todos los días morir, pero no puedan hacerlo.